Libres de toda necesidad y temor

Os dejo aquí un texto que ha colgado Jorge Moruno en su canal de Telegram que no quiero que se pierda allí. Espero que os guste.

El mundo del trabajo ha cambiado, se ha ampliado, aparece todo un abanico de figuras laborales, cambia la manera de trabajar y  producir, se incorporan nuevas sensibilidades y realidades, nuevas demandas y formas de expresión, que hacen indistinguible al mundo del trabajo del mundo de la vida, la producción de la reproducción. Las mujeres son la muestra de ello.

Nos encontramos ante una realidad laboral dominada por la precariedad, la fragmentación, la incertidumbre, el individualismo, el paro crónico, la deuda y la soledad, al mismo tiempo que la producción se torna cada vez más intensiva, más territorializada y cooperativa.

La precariedad no debe ser simplemente algo a evitar para devolvernos al pasado, al contrario, necesita ser organizada para ganar los derechos del futuro. Esto pasa por fundar nuevos criterios de ciudadanía adaptados a las formas de vida contemporáneas, donde la fuerza del trabajo sea, de nuevo, capaz de generar institución y producción de norma, una que garantice lo que  Roosevelt entendía como la libertad de «verse libres de la necesidad y del temor.»

Pero ¿qué nos dicen hoy tras 130 años los mártires de Chicago y toda esa oleada de huelgas en defensa de las 8 horas de trabajo? Que el miedo, el aislamiento y el cinismo nunca han mejorado nuestras vidas y, en cambio, los derechos y el poder de los que no tienen poder se ejercen juntos, sin miedo, tejiendo solidaridad, luchando y organizándose. La historia del movimiento de movimientos es la historia colectiva por vivir mejor y sufrir menos.

La democracia, desde los griegos, se define por combinar la libertad política con la emancipación económica, esto es, por ampliar el campo de la decisión política y las condiciones que lo permiten. Esa misma sed de libertad que impulsó a los obreros de medio mundo a reivindicar la soberanía y el control sobre su propio tiempo, perdura y reaparece a lo largo de los siglos; también en el nuestro. Ahora se trata de tener la virtù necesaria y la buena fortuna, para encontrar nuestra «misteriosa curva de la recta.»

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